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Las cosas buenas de la vida se comparten
Decido día a día compartir lo rico de un café con chocolate
He tenido la fortuna de viajar por el mundo. Al aterrizar en nuevos países, existía un lugar que siempre le era familiar a mi cuerpo, las cafeterías, a pesar del lenguaje, clima y cultura. Ellas me llamaban a través de su aroma, comodidad y tranquilidad, había un lazo inquebrantable con ese placer, por lo que siempre fue algo que quería hacer.
Además, sin duda alguna, amo un buen café acompañado de chocolate, una asociación clásica para algunos y tan novedosa para otros, siempre me referí a esa combinación como un ritual del día a día, que al contárselo a mis amigos, ellos terminaban por probar e incorporar en su lista de hábitos, pensar en mi para ellos era pensar en café y viceversa. Tras estudiar un curso de nutrición ortomolecular, el profesor habló de los beneficios de ambos, era lo que necesitaba escuchar, decidí que era hora de compartir el despertar de sensaciones que provocan los buenos alimentos


La gota que rebalsó el vaso, fue durante la pandemia, ya que se decía que las cosas extranjeras no iban a llegar, entonces me llené de café que compraba en el supermercado, un día, pidieron a los compradores del producto devolver el café, puesto que la planta que lo procesaba era la misma de unos pesticidas, por lo que dio lugar a una contaminación cruzada tóxica, pensé ¿Qué estamos metiendo en nuestro cuerpo? solo por falta de conocimiento, he ahí que mi respuesta fue el café de especialidad.
Frente a estos antecedentes, finalmente decidí materializar mis ideas, y dar lugar a un espacio para saborear comidas que enseñan y comunican, deseo compartir lo que yo sé, para dejar atrás el desconocimiento, para que con lo aprendido las personas realmente tengan la posibilidad de elegir qué es lo que quieren y que no para su cuerpo. Somos un segundo hogar saludable, placentero, divertido, compartido y sensorial.